Desespera a damnificados falta de ayuda en Nicaragua

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A cinco días del embate del huracán ‘Iota’, urge que los afectados en la capital regional del Caribe norte de Nicaragua reciban asistencia

Redacción

NICARAGUA.- La ayuda internacional comenzó a llegar a Nicaragua apenas se despejaron los nubarrones dejados por Iota, el huracán que golpeó con furia el noreste del país centroamericano a inicios de esta semana. Sin embargo, cinco días después, en barrios y albergues de refugiados de Bilwi, la capital regional del Caribe norte, muchos claman por alimentos, medicinas y abrigo.

Uno de los primeros en acudir en auxilio de las víctimas de los poderosos ciclones “Eta” e “Iota” fue Alemania, que envió asistencia humanitaria junto a España, Taiwán, Estados Unidos, Suiza y los principales organismos financieros multilaterales.

Tras el paso de “Eta”, el pasado 3 de noviembre, el Gobierno alemán entregó un millón de euros a través del Programa Mundial del Alimentos (PMA), de los cuales 400 mil fueron para Nicaragua. Apenas dos semanas más tarde, tras la abrumadora devastación dejada por Iota, la ayuda germana aumentó en otros 2 millones.

Según imágenes difundidas por la televisión estatal, el gobierno de Ortega ha escoltado furgones con ayuda alimentaria del PMA hasta la costa Caribe, donde el huracán obligó a la evacuación de hasta 61 mil personas. Si bien muchas han retornado a sus lugares, otras aún permanecen en albergues.

El pasado jueves, Guillermo González, director del Sistema de Atención de Desastres (Sinapred), anunció que una caravana de 20 furgones había salido con 300 toneladas de víveres y avituallamiento para Prinzapolka, Rosita, Bonanza y Siuna, todos municipios afectados en el Caribe norte. Sin embargo, la ayuda para Bilwi apenas se estaba preparando, según explicó.

DW solicitó información sobre el tema a la asistente de la vicepresidenta y vocera oficial, Rosario Murillo, pero no se obtuvo respuesta. Entretanto, la tristeza y el desaliento se apoderan de los damnificados en esa pequeña ciudad de más de 60.000 habitantes, donde no aún no existe una cifra oficial de daños, pero la devastación es abrumadora. Entre escombros y árboles caídos, la desesperación por un techo o un plato de comida aumenta con las horas.

Angustia y solidaridad

Con la voz entrecortada, Johana Ortega Barrera, una madre soltera desempleada y habitante del barrio Aeropuerto, de Bilwi, dice que lo perdió todo. “Mi casa quedó totalmente destruida. No tengo trabajo. Hago un llamado al gobierno para que me apoyen”, declaró a DW.

Johana y sus tres hijos pequeños son parte de unas 600 personas que se refugiaron la noche del lunes en la Iglesia Cristiana Verbo, para escapar de los furiosos vientos de más de 260 kilómetros por hora de Iota.

“Ahora no tengo a dónde ir, no tengo techo ni dónde vivir”, explicó angustiada, tras indicar que en los últimos días ha sobrevivido gracias a la solidaridad de sus vecinos que le regalan comida.

Sobre la asistencia humanitaria anunciada por el gobierno, aseguró que “no hemos recibido ayuda de nadie. No ha venido nadie de parte del Estado. Se han levantado censos pero no regresaron más. Han prometido, pero nada se ha dado”, dijo resignada.

El mismo reclamo tiene Mélida Carrillo, vecina del barrio El Muelle, que quedó arrasado por el huracán: “No hay alimentos, no hay medicinas, no hay nada”, expresó con tristeza.

La espera desespera

“Estamos haciendo levantamiento del censo en los albergues, para llevarlos al centro y conseguir la alimentación”, confirmó en declaraciones a periodistas Josué Castillo, delegado del Comité Municipal de Desastres en Bilwi. Sin embargo, para las víctimas, la espera desespera.

A Darling Fernández Pereira, otra madre soltera de 25 años y egresada universitaria, Iota se le llevó el techo y le derribó una pared de su humilde vivienda.

“Se nos inundó la casa, se nos mojaron las camas, la ropa, los pocos alimentos que teníamos”, contó a DW. “Aquí en el barrio Nueva Jerusalén muchas familias hemos quedado sin hogar. Los niños no tienen ropa y están enfermos”, dijo tras explicar que muchos han colocado plásticos donde estuvieron los techos para capear el frío y la lluvia.

Al igual que los demás, expresó que “nadie ha venido a dar la cara, ni siquiera nos han dado un granito de arroz. El gobierno aparenta apoyar a su pueblo, pero no hemos recibido nada hasta hoy. Dicen que vendrán a censar. Sabemos que en otros barrios apoyan pero solo a su gente, a los que tienen militancia [sandinista]. En verdad necesitamos ayuda”.

Una gran pesadilla

Limborth Bucardo es un miembro de la organización comunitaria Prilaka (que significa Libertad, en lengua miskita). Su vivienda en el barrio Poza Azul salió ilesa del huracán Eta, pero sufrió daños tras la embestida de Iota.

“Las familias no habían terminado de recuperarse del primer huracán cuando vino el segundo. Han pasado una gran pesadilla, la gente está muy triste y en zozobra, tratando de entender lo que ha pasado. Y todos están muy sensibles, si les preguntan cómo estás, se sueltan en llanto, porque aparte de perder sus enseres han perdido a la comunidad. Quedaron en la nada”, expresó a DW.

Con información de DW

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