Envía Messi a México a terapia intensiva

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Lionel Messi y Enzo Fernández dieron la victoria de 2-0 a los albicelestes en duelo de fase de grupos en la cancha del Estadio Lusail

Redacción

CIUDAD DE MÉXICO.- Alerta roja. Por primera vez desde 1978, la Selección Mexicana de Fútbol podría quedarse fuera de una fase de grupos de Copa del Mundo.

El riesgo es real. Ocurrió que ‘El Tri’ feneció en Lusail ante una Argentina definitivamente superior (y un Messi para el que, hace tiempo, ya no le describen los sustantivos humanos) porque, por más que cueste y duele aceptarlo, el fervor de las gradas no gana partidos.

Claudicó el equipo de Martino después de 45 minutos de prosapia y entregó su destino en manos de polacos, argentinos, Alá, y cuanta deidad mentemos. Alerta roja.

El Monumental de Núñez y el Estadio Azteca se fundieron en Lusail, un coloso de oro que deslumbra en la negrura del desierto qatarí. No había bengalas, pero ni faltaban.

La lumbre y la humareda de colores salía de las gargantas de los 80,000 aficionados que colmaron este gigantesco cuenco dorado. Un clima electrizante, netamente mundialista, protocolario de una rivalidad tan naciente como encarnizada.

‘El Tri’, inspirado por la infranqueable fe ciega de su feligresía, los incondicionales, estableció dominio con posición, Herrera y Guardado en gobernanza del centro del campo, y la guardia pretoriana de tres hombres que custodiaba a Ochoa: Moreno-Araujo-Montes. Resultó el plan, de primeras.

Tras el esmero de Herrera, una pelota que pidió rematador hasta su final, la escuadra de Martino pisó con potestad, transitó con alivio y devoró con intensidad.

Después, los cortes de circulación se sucedieron, resaltado el de Marcos Acuña sobre Kevin Álvarez que escapó a los variopintos criterios del VAR. Sólo el vigor de las gradas no permitió que el partido se apagara.

Damnificado resultó Andrés Guardado, quien debió poner fin antes de tiempo a su recital de colocación y distribución en pleno aniversario de ‘Cinco Copas’.

Lusail casi se viene abajo cuando Vega apuntó a la cruceta del ‘Dibu’, pero Martínez voló para plácemes de los fotógrafos y de la inagotable barra ‘albiceleste’ que le protegía las espaldas. Suficiente para que el medio México que copó las gradas de Lusail se envalentonara.

Gutiérrez, el box-to-box que agrada a Martino cada cuanto, corrió tras la estela y le dio alcance, aunque con ilegalidad y dureza extrema de por medio. Lusail se preparó, se frotó las manos, rezó, se encomendó… y Messi la voló.

Pero la jugada fue un recordatorio de lo líquido, lo pasajero, lo etéreo que puede ser todo en un partido de fútbol. Acto seguido, el ‘Tri’ se refugió tras la pelota, con la línea de cinco reconvertida para propósitos defensivos, y Lozano y Vega, a la caza de alguna aventura. Y pasó lo que pasa cuando hay un tocado en la cancha.

El imponderable. La ‘mala noche’ que había vaticinado Martino no ocurrió. Messi le puso un colchón a la pelota, con esa zurda de seda, que luego fue una zurda mortífera: una bala de cañón de trayectoria inamovible, maciza, fulgurante, que se alejó cada vez más de los dedos prodigiosos de Ochoa. Un gol que nadie iba a evitar.

De esos mazazos no suele levantarse la Selección Mexicana. Acaso ningún equipo mexicano. Y no iba a ocurrir esta vez. Ni Antuna, ni Jiménez, ni Alvarado ofrecieron las soluciones que Martino necesitaba. Los tres, como el resto de la Selección, se perdió entre la algarabía, los océanicos cánticos que convertían Lusail en ‘La Bombonera’ de Boca.

Cuando parecía no haber luz, Messi cerró la rendija. Hipnotizó a Erick Gutiérrez y colgó la pelota en la escuadra derecha. La instantánea quedará en el Museo Nacional de Qatar, enmarcada. “Soy argentino, es un sentimiento…” La noche fue ‘albiceleste’. Solo eso.

Con información de as

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