Acusa Trump a gobernadores de ser débiles ante protestas

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‘El mundo’, concluyó, ‘se está riendo de vosotros’

Redacción

WASHINGTON, EU.- Atrincherado en la Casa Blanca, Donald Trumpha acusado en una teleconferencia a los 50 gobernadores de los estados del país de “parecer idiotas” e “imbéciles”, y les ha dado un consejo claro para hacer frente a la mayor oleada de violencia racial que ha sufrido el país desde el asesinato del líder de los derechos de los negros Martin Luther King hace 52 años.

Tenéis que vengaros. Tenéis que dominar. Tenéis que detener a la gente y ponerla a juicio y hacer que vayan a la cárcel durante mucho tiempo”. “El mundo”, concluyó, “se está riendo de vosotros”,

Las declaraciones del presidente llegan cuando se cumple una semana desde la muerte del afroamericano George Floyd a manos del policía Dereck Chauvin en la ciudad de Minneapolis.

En estos siete días, más de 120 ciudades de Estados Unidos han sufrido manifestaciones y, en muchos casos, saqueos y actos vandálicos que se han cobrado al menos seis vidas y han desencadenado el despliegue del Ejército en más de 20 estados y en el Distrito de Columbia, que es la unidad administrativa formada por la ciudad de Washington.

En total, hay más de 7 mil detenidos, según la agencia de noticias Associated Press.

Trump, así, parece haber apostado por transferir toda la responsabilidad del control de la situación a los gobernadores de los estados, con lo que elude toda responsabilidad.

Eso le permite lanzar claro mensaje de “LEY Y ORDEN” – como tuiteó, en mayúsculas y sin dar más detalles, el fin de semana -, a los votantes, muchos de ellos blancos de clase media, pero también a otras minorías, como los hispanos y los asiáticos, que no simpatizan con las protestas.

Trump está lanzando eslóganes. Pero no ofreciendo soluciones. Según los medios de comunicación de Estados Unidos, una parte del equipo de Trump quiere que el presidente lance un mensaje a la nación, pero éste se ha negado, entre otras cosas, afirman, porque no tiene nada que decir.

Los disturbios son un grave problema para las expectativas electorales del Partido Demócrata, porque la clase obrera y media blanca ve con horror lo que identifica como violencia negra. Los afroamericanos votan casi exclusivamente demócrata, pero, para ganar en las elecciones de noviembre, el candidato demócrata a la Casa Blanca, Joe Biden, está tratando de atraer el voto de esa clase media blanca que en 2016 rompió con el partido para irse con Trump en parte por lo que consideraba una excesiva identificación demócrata con la minoría negra. Ahora, esa estrategia está tan carbonizada como los edificios de Minneapolis incendiados tras la muerte de Floyd.

La agresividad de algunos policías y su incapacidad para controlar de una manera mínimamente profesional las manifestaciones se ha sumado al salvajismo de grupos de manifestantes que han llegado a prender fuego a dos edificios históricos situados frente a la Casa Blanca: la iglesia de St. John’s, que data de 1816 (una fecha que, a un país tan joven como Estados Unidos, es casi el equivalente de un monumento romano en España) y a cuyos oficios han asistido todos los presidentes del país desde entonces, y el hotel de lujo Hay Adams, de 1928.

Los grupos violentos estaban “bien organizados”, según la Policía de Washington, que realizó 88 arrestos sólo en la noche del domingo al lunes, equipados con fuegos artificiales y bengalas que lanzaron tanto a las fuerzas policiales como a las construcciones, entre ellas la sede del mayor sindicato de EEUU, AFL-CIO, cuya entrada fue incendiada.

El carácter anárquico de la protesta queda de manifiesto en el hecho de que dos enormes edificios que podrían ser considerados como ‘símbolos’ de la ‘élite opresora’ -el bufete de abogados del padre de Bill Gates, y el hotel de Donald Trump- no recibieron ningún daño, pese a estar situados al lado de la zona en la que se produjo más violencia.

Con información de El Mundo

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