Estonia, el Estado más septentrional que jamás había visitado Jorge Mario Bergoglio, es un terreno árido para la Iglesia católica. Con la caída de la Unión Soviética se movieron algunas cosas en el terreno religioso y el Vaticano nombró al obispo francés Philippe Jourdan, que había llegado en 1996, como administrador apostólico de un lugar que carece, incluso, de diócesis. Pero se pusieron en marcha otras revoluciones inmateriales, aunque muy alejadas de la espiritualidad.